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No fotógrafos y las redes sociales

Mi curso de fotografía para redes sociales es por mucho mi curso más pedido y el que más veces he dado. A pesar de que las redes sociales existen desde hace ya algún tiempo la gente sigue necesitando aprender a comunicar sus ideas a través de imágenes, y gracias a que ahora todos tenemos una cámara en nuestro bolsillo (hola celulares) pensamos que no toma mucho crear ese contenido que vemos en cuentas de influencers que admiramos.

Foto de nuestra plataforma PICTOLARIA. Tomó 3 horas la sesión de fotos.

La verdad es que tener una cámara en la mano no nos hace fotógrafos, la otra gran verdad es que detrás de todas esas fotos que según dicen toman en momentos “espontáneos de la vida” son altamente planeadas, tienen detrás de la cámara (normalmente una cámara profesional o semi profesional) una persona experimentada en fotografía y alguien que ha ensayado durante años poses y como verse lo mejor posible en una foto.

Sí esa foto que parece que tomó dos segundos tomar, tomó años de preparación, días de pensar en los detalles, y a veces horas de edición en un programa de fotografía.

Foto tomada con lente macro (costo aproximado del lente 899 dólares)

Claro, a veces hay gente que toma una gran fotografía por suerte, con un celular, pero la mayor parte del tiempo, aún la gente que usa su celular para llenar sus redes sociales, no son personas que a la primera tomaron buenas fotos. Porque la cámara de tu celular es como cualquier otra cámara, es una herramienta a la que le puedes sacar provecho si sabes cómo.

Fotos editadas en Photoshop, tomamos ese día más de 100 imágenes. Detrás había gente que eliminamos en post producción.

Quiero desmitificar esto, porque mientras más doy mi curso, me doy cuenta que cada año la gente tiene estas expectativas ridículas de que un curso, un taller, 3 días de practicar con su celular van a darles los mismos resultados que un profesional que ha pasado años perfeccionando su arte.

Intento todo el tiempo mencionarlo, pero a veces dudo si el mensaje llega. Para tomar buenas fotos se necesitan dos cosas: práctica y tiempo. Mientras más fotos malas tomemos más cerca estamos de las fotos buenas.

Mi clase de fotografía es una clase que está diseñada para generar esa curiosidad, para darles herramientas bases, para enseñarles a mirar el mundo con los ojos de un fotógrafo. Les doy tips para hacer sus fotografías mejores con pasos sencillos, pero de ninguna forma es una cura mágica o un remplazo a contratar a un fotógrafo profesional.

La verdad es que si no quieren invertirle el tiempo que requiere convertirse en un fotógrafo, es mejor que le paguen a alguien que sí está apasionado por hacer fotografías o pagar por un servicio como Pictolaria con fotos listas, para que se puedan concentrar en lo que son realmente buenos y buenas. No hay NADA de malo con eso. No hay porque ser buenos en todo.

La calidad cuesta y es algo de lo que también nos hemos olvidado en el mundo de las redes sociales. Quieres un trabajo bien hecho, tomate el tiempo de hacerlo, o no tengas expectativas ridículas, y si no te sale, no te gusta o no puedes, no tengas miedo de pedir ayuda.

Otro hecho es que a veces las fotografías menos pulidas pueden ser una ventaja porque la gente siente que estamos siendo más auténticos y eso puede aumentar la confianza en nuestra marca, para eso han funcionado muy bien las redes sociales, para hacer más humanas a las marcas que se ven perfectas e inalcanzables. Snapchat explotó eso al máximo y luego Instagram copio esta fórmula.

Si las redes sociales más visuales no son lo tuyo, hay alternativas. Podcasts, e-mail marketing (funciona todavía), o las redes sociales de la vida real en la que interactuas con la gente (eso ya va a volver).

No es necesario que todos seamos fotógrafos aunque nos hayan hecho creer lo contrario.

Desde el satélite de Venus, cambio y fuera.

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1 año en pandemia

¿Qué sucedería si todos tuvieramos durante un año que enfrentarnos a nosotros mismos?

¿Qué sucedería si tuvieramos que poner en la balanza lo que es realmente importante?

365 días en aislamiento social. 365 días, sus horas y minutos para dejar de mirar hacia afuera y mirar hacia adentro.

Este espejo que ha sido la pandemia, es como un accidente de auto, de esos que nadie ve venir, de pronto estábamos ya en la mitad de la colisión, las piezas de nuestras vidas volando, caemos, y luego antes de que podamos hacer sentido de nada, un nuevo choque, y así durante incontables días.

1 año en pandemia, mi cuerpo no es el mismo, mi cabello adelgazó, se cayó, volvió a crecer, perdí peso, lo gané, lo volví a perder. Mis músculos se fortalecieron, mis pulmones se sienten más sanos. Me duele todo a veces, y no sé porque.

La vida antes de la pandemia ya no existe, los planes, los sueños, todo ha quedado postergado, cancelado. Nos ha quedado este silencio dentro de las paredes de nuestras casas, las fiestas que ya no serán, los abrazos que tenemos que imaginar a través de videollamadas.

Aprendimos a encajar nuestra vida dentro de nuestros hogares, que se volvieron prisiones y santuarios, refugios para unos, lugares peligrosos para otros. Nos vimos claros en nuestros privilegios, porque quedarse en casa en medio de una pandemia es un privilegio.

El mundo de afuera parece que sigue igual, los pájaros siguen cantando, el sol sale y se oculta, en los peores días las calles estuvieron vacías, en otros momentos el movimiento volvía a la ciudad.

De pronto vivir lejos de mi familia se volvió intolerable, la paranoia me empezó a carcomer los rincones más luminosos de mi alma, hasta que solo quedo un vacío y una tristeza tan vasta que no alcanzaba a ver el final.

He sonreído poco, he pasado horas mirando el blanco del techo de mi habitación, intentando procesar la incertidumbre, intentando que mis ojos no se sequen frente a una pantalla.

La casa se lleno de plantas: suculenta, lima-limón, bugavilla, montsera, horquídea, cáctus, nochebuena. Los perros fueron felices, los paseos diarios se volvieron un paréntesis para salir de casa. A veces conversar con otros paseadores de perros, a veces sentarnos sobre el pasto húmedo y mirar las estrellas.

El roomate se convirtió en todo el universo, nos conocimos más, nos reconocimos en nuestros miedos y en nuestros sueños. Nos abrazamos en la cama y nos apretamos tanto para no dejar que la soledad se colara.

No pasa nada, pero la vida ha continuado, descubrí que soy más que mi título, mire honestamente a mi vida, descubrí que lo que tanto quería venía de un lugar de baja autoestima, que había buscado durante demasiado tiempo las respuestas afuera, cuando todo estaba en mi interior.

Empecé a preguntarme el sentido de los últimos 10 años. Encontré a la niña perdida, encontré de nuevo esa sensibilidad que había enterrado. Dejé de empujarme a los límites, y bajé las armas. Dejé de pelear y empecé a confiar.

Me abracé a los pequeños milagros de la existencia, y la calma llegó como llega un amigo al que no has visto en mucho tiempo. Respiré, medité y le di pausa a mis pensamientos.

Un año en pandemia para entender que la relación más importante es la que tengo conmigo misma, que mi potencial está intacto, que mis sueños siguen vivos, que los pensamientos destruyen más rápido que cualquier virus. Un año para unir el corazón y la mente, el conocimiento y la intuición, para escuchar mi sabiduría interna.

He recogido las piezas de mi vida, y celebro hoy que sigo aquí.

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Desvestir el alma

¿Alguna vez has tenido una conversación con alguien y te has sentido conectado, como si esta persona te viera? y no solo en el sentido de la vista, sino en el sentido de entenderte como persona, mirar más allá de las apariencias, más allá de tus inseguridades. ¿Has sentido alguna vez que alguien puede ver quien eres realmente?

No hay mucha gente que me haya hecho sentir así, de hecho creo que podría contarlas con los dedos de la mano. A veces esa sensación es algo que se desarrolla, pero la mayor parte de las veces es casi instantáneo.

Ser realmente visto por otro ser humanos, tiene que ser una de las cosas más especiales porque sabemos que aunque intentemos ocultarnos no podremos, porque esa otra persona sabe, de alguna forma, cuando estamos siendo auténticos y cuando no.

He pensado mucho en esto y como por alguna razón, parece que yo le he hecho sentir esto a algunas personas, más de una vez me han dicho, no se porque pero siento que puedo contarte esto, o tienes algo que me hace confiar en ti, aunque yo se que nos conocemos poco.

Desde niña fui muy sensible, también era una niña entre extrovertida e introvertida. Disfruto mucho la compañía de la gente, y tal vez la vida de gitana me hizo aprender a escuchar y adaptarme, solo sé que si he notado esta cualidad de poder ver a la gente, no a todos claro, y no siempre.

Tal vez empezó cuando empecé a retratar a mujeres, mi maestra fue la maravillosa Sue Bryce, tomé todos sus cursos de Creative Live y de ella aprendí que para hacer un retrato a veces necesitamos ver la belleza que ni los mismos clientes ven.

Empecé a entrenar mis ojos (y tal vez mi espíritu) para poder contar en un fotograma la historia de una persona. La gente ha llorado frente a mi cámara, la gente se muere de la pena, se muere de la risa, quieren esconderse, pero finalmente se rinden, finalmente se abren, y me muestran aunque sea por un segundo su verdadero yo. Es una experiencia hermosa.

Hoy pienso si tal vez no debería hacer algo con esta cualidad que poseo, este entrenamiento en mirar a la gente. Esa misma magia de un retrato llevarla a otro nivel….

¿Y tú has sentido que alguien te haya desvestido el alma?

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Formas de vivir en un país violento

En las últimas semanas han pasado tantas cosas, algunas muy buenas, tanto que a veces me sorprende que sea mi vida, otras que me hacen preguntarme que demonios estaba pensando.

Hace poco tuve una conversación poco placentera con alguien sobre la violencia en México, estaba nerviosa por algunos sucesos reciente en Guadalajara, y me sentía vulnerable. Cuando iba para mi casa me sentí como si algo se me hubiera muerto por dentro, la esperanza de que vería un México mejor, si no libre de violencia, con menos impunidad. Pero escuchar de alguien que debería de estar sensibilizada con la violencia decirme “ah si los narcos”, como si nada fue como un puñetazo en el estómago.

Nunca puedo hablar de este tema con mis amigos mexicanos, cada vez que toco el tema, por alguna razón hay una sensación de que estamos hablando de algo tabú, es un tema incómodo. Nadie quiere admitir el elefante en el cuarto, que vivir en México es un laberinto en el que nunca sabes en quién confiar. Las pocas personas que han podido hablar conmigo abiertamente del tema me han dicho que se irían del país (y que sí podía irme que me fuera).

Verónica Calderón periodista mexicana dijo algo sobre el coronavirus que me pareció describía muy bien como me siento viviendo en México.

“La mezcla de desamparo, indignación, desconcierto, angustia, cansancio, tristeza y algo de esperanza de todos los días es muy difícil de definir.”

Ella hablaba del Coronavirus, pero para mi va más allá del virus.

Vine a México con tantos sueños, con tantas ganas de conocer mi país, a esta cultura que aprendí de forma remota, tenía tantas ganas de conocer a esa familia lejana, de visitar el pueblo de la niñez de mi mamá. Quería visitar la casa de la familia en Chicontepec, Veracruz. Quería hacer cine con toda la gente creativa increíble, quería ser más mexicana.

Hoy ya no sé que hago aquí, hay días en que no quiero salir de casa, y no es por la pandemia, hay momentos en que camino por la calle, escucho un ruido y mi corazón se para pensando que son balazos. Veo a la gente vivir su vida como si nada sucediera y no entiendo que sucede, porque no hacemos nada. Yo no hago nada.

Tal vez siento como ellos que no puedo hacer nada, tal vez tienen miedo de la represión del gobierno o de cualquier otro grupo que vea amenazados sus intereses; la gente desaparece en este país y nadie hace nada, ¿qué pasaría si yo salgo a protestar y no regreso? No pasaría nada. Sería una estadística más que a nadie le duele.

Vemos a los familiares de las víctimas de la violencia por las calles protestando con un cartel que lleva la foto de esa persona que perdieron y por un momento recordamos que las cosas no están bien, pero es demasiado doloroso, y simplemente los olvidamos.

Los enterramos con todas las otras tragedias del mundo y nos convencemos de que andaban en malos pasos, que eran personas malas o que simplemente les tocaba.

Hay gente en la Ciudad de México se queja porque hay otra marcha y llegarán tarde a casa o al trabajo, como si pensaran que sus protestas son poco válidas.

Por mi parte he llegado a la conclusión de que vivir en México tiene cada vez menos sentido porque yo no quiero también normalizar la violencia, no quiero que me deje de doler.

Me pasé días leyendo sobre este tema, y aunque se ha estudiado poco empezamos a ver que si hay efectos para la población en general de vivir en esta situación.

Aún así salgo a pasear a mis perros y me digo que tal vez las cosas no están tan mal (el país sigue funcionando no?) y pretendo (como buena mexicana tal vez) que yo sí estoy segura.

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Sueños de otro tiempo

Cuando empezó este año lo tenía clarísimo, tenía un plan para finalmente meterme de lleno en la industria del cine y darme la oportunidad de ir detrás de ese sueño de una vez por todas con todas las de la ley. No más ser tímidamente guionista, no más esconderme detrás de otro trabajo. No, este iba a ser mi año de cineasta.

Bueno todos sabemos que la historia de este 2020 no terminó como hubiéramos querido, de hecho ni siquiera llegamos al primer trimestre y ya todo se había derrumbado.

A finales de este año en contraste no tengo idea de cual es ese sueño que estoy siguiendo, más bien ahora solo tengo una filosofía de vida a la que he llegado después de meses de intentar controlar algo y darme cuenta que no puedo planear ni dos semanas.

Esta filosofía de vida se basa en 3 cosas:

  1. Haz lo que se siente bien.
  2. Me merezco estar bien y tener lo que deseo.
  3. Estar contenta con el presente está bien y no necesito ser más. Soy suficiente ya.

Estos 3 puntos estoy segura aparecen en miles de libros de autoayuda, y el internet está lleno de frases, citas e información para llegar a la iluminación. Sin embargo también está llena de una mentalidad de trabaja duro y lograrás el éxito, o solo necesitas tomar acción para ver resultados, etc.

Volviendo a inicios del año, mi año del cine se vino abajo en marzo, una semana antes de participar por primera vez con mi pase de industria en el Festival de Cine de Guadalajara.

Después de pasar meses frustrada por no poder avanzar con ninguno de los planes que había hecho, este mes pensando en planear mi 2021 me di cuenta que no tenía nada de ganas de regresar a los mismos proyectos, de intentar resetear el 2020 y volverlo a intentar en el 2021.

Todo ha cambiado demasiado, yo he cambiado. Me pregunté si se sentía bien ir por esos proyectos, y la respuesta fue un tímido no. Ok, no es que no quiera contar historias, no es que no me guste la idea de hacer cine, pero simplemente no tengo la energía para ir por esa ballena blanca.

Una ballena blanca, boom, si, hacer cine ha sido mi ballena blanca, pero y aquí es cuando se pone interesante la cosa, a la vez no. Por primera vez desde que hace 15 años me propuse hacer cine, me di a la tarea de analizar lo que estaba persiguiendo con tanto empeño.

Me di cuenta que mi idea de tener éxito era totalmente imprecisa, claro tenía esta noción de que iba a hacer películas y contar historias, pero que iba a definir que fuera exitosa o no, era algo que no había definido.

Cuando empecé a estudiar cine, la meta era obvia, terminar la carrera, después de eso fue encontrar un trabajo en la industria, pero los años pasaron y no encontré nunca ese trabajo deseado, encontré trabajos, pero ninguno que llenara mis ansias creativas, y emprendí un camino de hacer cine de forma independiente.

Entonces empecé a escribir mis propios guiones, y a producirlos, abrí un canal de Youtube, vendí mis guiones, trabaje produciendo, y si hice mi primer cortometraje como directora y guionista y lo mostré a un público nada despreciable.

Nada de estos logros parecían importar a inicios de este año, ante mis ojos nada de eso contaba, ¿por qué? Porque no tenía una meta clara. Probablemente haberme detenido fue una bendición, de otra forma tal vez hubiera seguido el camino, me hubiera empujado, cada vez más, sin saber exactamente a donde iba, buscando entrar a festivales, obtener financiamiento, producir proyectos más grandes y más grandes, mientras tanto siempre hubiera estado haciendo “muy poco”, o nunca hubiera sido suficiente en mi mente.

Sé que una gran parte de mi simplemente quería ser aceptada como parte de la industria, pero ni siquiera ahora sé que significa eso. ¿Significa premios en festivales, o una cantidad de producciones a mi nombre, o simplemente que la gente viera mis creaciones?

Cuando deje ir ese sueño, me sentí triste, pero estoy tan exhausta de empujarme al limite todo el tiempo, que la verdad estaba también aliviada.

Ahora miro el futuro, y sé que tengo un emprendimiento que quiero sacar adelante, y quiero continuar entrevistando mujeres increíbles y creativas para Youtube.

Me cuesta pensar que este es el fin de mi historia haciendo cine, pero honestamente ya no me importa a donde vaya, si se detiene un año o 20 o si queda como algo que me enseño mucho de la vida.

Lo importante ahora es disfrutar la vida, no más sacrificar hoy para después disfrutar. Tal vez la lección más importante de este año es que la vida es hoy y ahora y hay que disfrutarla lo mejor que podamos.

Desde el satélite de Venus, cambio y fuera.

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Liberarse de lo superfluo

Sientes que estas harto de todo, harto de las pantallas, de ir al mismo lugar, ver a los mismos convivientes (aunque los amas con locura), harto de sentirte que vives el mismo maldito día todos los días y nada sucede.

Si así me he sentido, y lastimosamente la falta de cosas por las que emocionarse últimamente me han llevado a consumir demasiado de lo que hay disponible, televisión, redes sociales, libros, comida, y sí, lo que pueda comprar en línea.

Pero esto me ha dejado con un vacío, de otro tipo, un vacío de propósito, y ahora necesito hacer borrón y cuenta nueva, desintoxicarme digitalmente, mentalmente, dejar de consumir, tanto.

Claramente no voy a dejar de comprar comida, y acabo de pedir cortadores para galletas navideñas (si eres amigo mío espera galletas de regalo navideño) pero tengo esta necesidad de deshacerme de todo lo que no me haga feliz. Hacerle al estilo de vida Marie Kondo, y solo quedarme con aquello que me haga feliz, que me haga sentir viva, y puedo asegurarles que son pocas las cosas que me hacen sentir así ahora.

Tengo ganas de no comprar cosas superfluas, tengo ganas de comer solo cosas que me hagan sentir ligera y vital, quiero sentirme viva otra vez, quiero sentir que aunque no parece que pasa nada, yo estoy viva.

Por ahora no puedo decir que me emociona el 2021, me da ansiedad mirar al futuro, y me da aburrimiento pensar en otro año como este….

Supongo que nos queda buscar nuevas formas de vida, de compartir y estar cerca, de a pesar de todo estar ahí los unos para los otros.

Tengo un vacío de abrazos y de besos, de risas compartidas, este año no he reído lo suficiente. Tengo un vacío que no logro llenar con nada más que con la voz de mi mamá.

¿Qué nos queda?

Nos quedan nuestros sueños, nos queda volverlos a abrazar, decirles que aunque este año estuvieron en pausa, si encontraremos una forma, tenemos que hacerlo.

El próximo año es el año de triunfar, lo sé. Tengo que creer en eso. Tengo que tener esperanza.

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Nos quedan las pequeñas cosas

Esta semana empecé a dar clases de un laboratorio de creatividad, concepto y estrategia, y mientras preparaba las clases pensaba en el poco valor que durante años le di a mi niña interior, a los intereses que tenía entonces, a las experiencias que había vivido. Quería que mis alumnos exploraran su propia historia.

¿Qué hace a una buena anécdota, una buena historia? Son los pequeños detalles, las texturas, el sonido del viento en el páramo, un cielo estrellado, sentarse en el parque con tus amigas y reír.

Son las pequeñas cosas las que hacen de la vida algo increíble, sé ahora que he hecho bien en gastar mi dinero en vivir, en explorar el mundo, en ir a conciertos, museos, en cosas que me ayuden a crear.

Cuando pienso en mi vida pienso en esos pequeños momentos en que me sentí viva. Recuerdo caminar con mi mamá, mi hermano y mis vecinos por caminos de tierra en el oriente en Ecuador y ver a mi mamá recoger piedrecitas bonitas. Recuerdo sentarme en el patio de mi casa y tomar café un domingo sin prisa. Recuerdo estar parada frente al arco lista para patear el penal en el parque de mi urbanización con mis amigos (todos hombres) y escuchar como me gritaban que no matará al portero (tenía reputación de pegarles con la pelota en lugares sensibles). Recuerdo estar acostada en el pasto con mis amigas y saber que esto era la amistad, poder acompañarnos, estar juntas y no tener siquiera que conversar. Recuerdo ir en biclicleta en Alemania a mi trabajo y sentir el viento mientras pedaleaba. Recuerdo mi nariz congelada por el frío del invierno y maravillarme con los árboles desnudos sin hojas. Recuerdo el olor de la ciudad de México, bajarme del avión y sentirme de vuelta en un lugar feliz.

La vida es esto que nos pasa ahora, es el sabor de la fruta madura, y el sudor cayendo por tu frente mientras haces ejercicio. Es sentarte frente a la tele y poner tu película favorita mientras comes algo que te encanta. Es mirarte en el espejo por la mañana y saber que tienes otro día más de vida.

No terminamos de apreciar las pequeñas cosas, esperando las cosas grandes, llegar a esas metas, olvidando saborear el momento, sentir intensamente ahora, porque las metas cambian, tu planeas y el universo hace lo que se le da la gana.

Al final las pequeñas cosas, son las cosas que hacen que la vida valga la pena vivir.

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La vida me dio limones y ahora tengo un estudio creativo

Nunca me imaginé que a los 32 años iba a estar empezando un estudio creativo, parecería que mi sueño se ha convertido en realidad, y en muchos aspectos este emprendimiento, Cuturpilla37 es el resultado de un largo camino que empezó cuando me di cuenta que mis sueños no iban a realizarse.

Mucho antes de llegar a México ya había abandonado la idea de ser contratada por una empresa que me valorara y empoderara a ser mi mejor versión. Siempre en busqueda de mi tribu pensé que como adulto la encontraría en el trabajo, que un día alguien vería mi potencial y me ofrecería la oportunidad de contribuir a algo más grande que yo misma. Solo quería poner mis habilidades en uso, ganar dinero suficiente para vivir tranquilamente y aportar valor.

Durante mis años como estudiante creía firmemente que el sacrificio que estaba haciendo por sacar mi título alemán era el mejor camino para encontrar una carrera profesional satisfactoria. Durante un tiempo muy corto pareció que eso sí iba a suceder, cuando hice prácticas profesionales y trabajé para gente creativa que me inspiraba y me daba oportunidades de crecer.

Cuando terminé de estudiar (probablemente no era la mejor época para buscar trabajo en Alemania) y después de meses y meses en los que envié incontables CVs fui a entrevistas y busqué hasta debajo de las piedras por un trabajo para mi, después de que donde había hecho mis prácticas y trabajado como estudiante durante casi 2 años me dijeran que no me podían dar una mejor posición porque sus clientes eran alemanes, me di cuenta que el mundo no funcionaba como yo me lo imaginaba.

1 año después encontré un trabajo en algo relacionado con mi profesión, solo para que mi contrato de 6 meses no fuera renovado por falta de presupuesto.

Regresé a Ecuador emocionalmente exhausta, me habían ofrecido otro trabajo pero el sueldo no era mejor que el anterior y decidí que el sacrificio de estar lejos de mi país y de mi familia ya no tenía sentido.

Cuando regresé busque trabajos, de las pocas opciones disponibles ninguno estaba dispuesta a pagar lo mínimo que esperaba (que según mi esposo era muy bajo de por sí), así que empecé a trabajar por mi cuenta, y en unos meses tenía algunos clientes, libertad de horarios, libertad creativa y tiempo para mis proyectos personales.

Le di otra oportunidad a trabajar para alguien más en México, más como una forma de empezar una vida que con la esperanza de encontrar ese lugar que buscaba años atrás. Me topé con jefes abusivos, uno de ellos me dijo que no me veía haciendo cámara porque nunca me había visto con una en la mano.

Con mi autoestima por los suelos, y con una necesidad imperiosa de generar para mantenerme, decidí salirme completamente de mi area y encontré el que fue mi trabajo en la CAMEXA, trabajar en una cámara de comercio fue probablemente lo mejor que me pasó durante el tiempo que viví en CDMX, aprendí mucho, y me di cuenta que lo que pedía de mi lugar de trabajo no era imposible, no era imposible que me diera alegría ir todos los días a trabajar, tener una jefa que admirara y que me apoyara, disfrutar mi trabajo y crecer como persona, además de tener una buena paga, beneficios, días de vacaciones y enfermedad, entre muchas de las otras bondades que me dieron. Me di cuenta que si podía ser parte de un equipo y aportar, pero tal vez la industria creativa no me iba a dar ese tipo de trabajo, así que podía quedarme con ese trabajo y olvidarme de mis historias y mi creatividad, o podía intentar lo impensable y poner mi propio estudio creativo.

Llegué a pensar que yo estaba equivocada por querer ser tratada como un ser humano, por no querer ser explotada, mal pagada, pensé que yo era la que estaba mal, la que no era suficiente, la que no era capaz de conseguir uno de los buenos trabajos creativos, porque era extranjera primero, porque era mujer después, porque era ambiciosa, porque decía lo que pensaba….

Este estudio creativo que estoy empezando significa el principio y el fin de muchas cosas, y espero crecer lo suficiente para hacer una diferencia en mi industria.

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Taller de Fotografía para Redes Sociales Quito 2019

Queridos amigos, regreso a Quito este año y volveré a dar mi taller de fotografía para redes sociales. Si te lo perdiste en ocaciones pasadas, esta es tu oportunidad.

 

Fecha: Sábado 27 de julio de 2019

Hora: 9:00 a 13:00

Inversión: 45 USD Precio Especial hasta el 23de Julio. Precio Regular 58 USD

Lugar: EL Útero – espacio sociocultural

Reina Victoria N21 -255 esq. y Jerónimo Carrión, Quito, Ecuador.

Temario:

1. Elige y conoce tu cámara

2. Aprende a usar tu cámara

2.1. ISO

2.2. Velocidad de obturación

2.3. Apertura

3. Equipo básico para tomar fotografías de producto

3.1. Trípodes

3.2. Fondos

3.3. Lentes

3.4. Iluminación

4. Bases de composición

5. Edición en tu celular

6. Formatos para redes sociales

7. BONUS (Toma fotos para tu marca)

Material de trabajo:

E-book “Fotografía para redes sociales”

Incluye toda la información del curso en un ebook que puedes consultar siempre.

Ebook incluye fotos y videos de ejemplo.

 

Captura de pantalla 2017-08-09 a las 7.10.00 p.m.

Sobre la expositora:

Cyndi Caviedes, maestra en estrategia y creatividad digital e ingeniera en medios audiovisuales, graduada en Alemania, es una artista visual, creadora de historias intimas e inquietantes. Ha trabajado con marcas reconocidas a nivel mundial, en Alemania, Holanda, México, Colombia y Ecuador, así como con pequeños emprendedores.

Desde 2014 se especializa en crear contenidos cinemáticos que transmiten los mensajes claves de sus clientes. Su trabajo se caracteriza por su tono cálido y humano que genera una conexión con el público. Su amplia experiencia con clientes de diferentes lugares del mundo la hacen la opción ideal para quién está buscando expandir sus horizontes.

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