Apenas vamos empezando este verano, apenas vamos empezando este tercer año en Guadalajara. Desde que llegué han pasado tantas cosas, teníamos tantos planes para nuestra vida en esta nueva ciudad.
Todos esos planes apenas iban tomando forma, apenas íbamos agarrando viento jalisciense, inspirados por tantas cosas maravillosas que se han hecho desde este lugar del mundo.
Guadalajara es una ciudad vibrante, emocionante, a veces se siente pequeña, a veces se siente grande. Es todo, y más, lo que imaginábamos. No vamos a mentir, venir aquí fue una gran idea…
La pandemia nos pegó con fuerza a mi, a mi familia, a mi negocio que tímidamente salía al mundo. No supe detenerme y reboté, alto, me dije que mientras existiera el internet, en este mundo virtual podía existir también mi trabajo y mi creatividad.
No estaba equivocada, y me lancé como si mi vida dependiera de ello a publicar las historias de mujeres creativas en mi canal de YouTube, ahí concentré mi energía creativa, mis anhelos, mis sueños, todo lo que tenía para dar. Fue mi terapia, mi escape, la razón por la que no perdí la cabeza encerrada tantos meses.
Mi esposo que trabajaba para Disney tuvo de pronto tiempo para poner a prueba una idea que traíamos hace tiempo. Pictolaria, un sitio donde le daríamos contenido y herramientas a la gente para manejar sus redes sociales.
No paramos, seguimos creando, seguimos soñando, todo parecía derrumbarse, nos encerraron meses, que parecieron como un hueco en el espacio tiempo donde vivíamos el mismo día una y otra vez. En esa rutina, donde no pasaba nada, pasó mucho.
De pronto ya no necesitaba salir a ningún lado, de pronto había creado un negocio que podía sobrevivir dentro de las 4 paredes de mi casa, con la única ventana al mundo siendo el internet.
Yo que siempre me había tragado esa idea de que lo que necesitaba para poder hacer lo que quería era encontrar el lugar con la mezcla perfecta para poder tener éxito. De pronto me había convertido en una emprendedora digital, de pronto mi estilo de vida nómada no era una complicación, era posible. Poder trabajar desde cualquier lugar del mundo.
No era tal vez eso lo que realmente había añorado desde que mi esposo tomo su primer trabajo remoto y entendí que lo que significaba. Pero si no hubiera sido por este doloroso proceso de la pandemia, nunca me hubiera realmente dado la oportunidad de ser esta persona.
Libre, ese tal vez sea el mayor valor de mi vida, poder ser quien necesito ser en ese momento. Ser creativa, ser esposa, ser hija, ser amiga, ser miembro de la comunidad.
Ahora todo esto se ve posible, realmente posible, con el lanzamiento este año de Pictolaria todo se volvió real, se volvió también obvio que va a tomar más que unos meses de trabajo convertir esta idea en un negocio viable, pero veo el camino frente a mi.
Lo que debo caminar es largo, pero estoy emocionada, emocionada de seguir contando las historias de estas mujeres en YouTube, o en mi propia plataforma tal vez (hay más ideas cocinándoselo en el estudio creativo), de saber que estoy construyendo algo que me puedo llevar en mi maleta, y que se hará cada vez más rico porque soy quien soy, que será mejor porque cada viaje encontrará nuevas historias, nuevas fotos que tomar, y que esto es lo que realmente necesitaba en mi vida.
No crecer y sentar raíces, sino abrir mis alas y volar, aceptar que un solo lugar nunca será suficiente porque la emoción de descubrir una nueva ciudad nunca me dejará, y eso no es malo. No quiero aprender a vivir como la mayor parte de la gente, eso me aburre, y me hace sentir claustrofóbica. Esa simplemente nunca seré yo.
En vez de eso la pandemia me despejó el camino, me enseño lo que necesitaba, brutalmente, me desnudo, me dejó tan vulnerable, pero no había otra ruta, de verdad no pienso que la había.
Se necesitaba que el mundo como lo conocía se acabara para que mi forma de ver el mundo cambiara tan radicalmente y pudiera emerger esta otra Cyndi, más fuerte, más flexible, más honesta, más determinada que nunca a hacer que la vida funcione para mi y no caer en las trampas de lo que la sociedad nos impone.
Ustedes no lo saben pero este barco ya sarpó nuevamente, y me lleva a un lugar inesperado, pero no como última parada, sin esperar nada más que la promesa de que solo es el inicio en una vida que voy a construir una historia a la vez.
Mientras seguiré escribiendo en este lugar, como desde hace años, contándoles mis aventuras porque por fin entiendo que esto que hago tiene un valor, imperfecto y maravilloso como es.
Espero que me acompañes.