Estos últimos meses han sido meses de reencuentros, de adioses, de puertas que se cierran, de ventanas que se abren. Regresé a México después de muchos años, cuando me fui era una niña, y regreso adulta.
México para mí es ese lugar feliz de mi infancia, es el lugar con vestidos de muñeca en los mercados, de paseos por Chapultepec de mano de mi madre. De pasar largos ratos con mi abuela, comer pingüinos Marinela, y de las piñatas en diciembre. Regresar fue nostálgico, aunque no sabía que se podía estar nostálgico de algo que uno recuerda a medias. Mis recuerdos más fuertes de esa época de mi vida tienen relación con México. Llenar mi maletita de muñecas y jurarle a mi madre que podía cargarla en el aeropuerto, perderme en Ahorrera, y la sensación de triunfo de cuando por fin me compraron un slushi de colores radioactivos en ese contenedor de plástico transparente con tapa redonda que me hacía pensar en naves espaciales, esas cosas que en Ecuador no habían.
Si hay algo que me maravillo fue como mis recuerdos de México me llevaban por la nariz a lugares conocidos. El olor a tortillas y tacos, el olor de los arbustos en los parques, el olor de la ciudad en que nací. Como un lugar puede sentirse tan conocido y tan desconocido a la vez.
Este enero pude juntar el México de mis recuerdos con el de la realidad, pude abrazar a personas queridísimas, pude comer tacos hasta hartarme, pude ir de nuevo a Reino Aventura, perdón a Six Flags, asfixiarme con el smog, meterme en el metro y ver como es la vida diaria. Me encontré con un México de avenidas enormes, muchos coches, actividad sin fin, museos y espacios culturales. Una ciudad que no para, donde siempre hay algo que hacer. El Distrito Federal es diverso, gente en bicicleta, barrios bohemios, plazas coloridas, y mucho verdor entre el concreto, entre fachadas de estilos español, de estilo francés y otros indefinibles.
En el avión de regreso a mi lindo Quito sentí una punzada de tristeza, algo que no entiendo todavía. Debe ser porque la ciudad significa para mí más de lo que puedo comprender.
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