Son las 5:30 am la puerta del dormitorio se abre y escucho la voz de mi esposo. -Te estaba buscando, no puede dormir desde las 4 de la mañana. -Tráelo -Le digo. Ahi en la puerta está parado mi esposo con cara de sueño imposible y en sus brazos ni nene. Lo pone en la cama y abro la cobija para recibirlo, darle mi seno y hacerlo dormir. Estoy medio dormida, pongo su cabeza en mi brazo y saco mi bubi, el abre la boca feliz y se toma su leche. Lo siento como no pasan ni 30 segundos y ya está más relajado, la seguridad de mi pecho, su manita en mi estomago. Con mi otra mano acaricio su espalda y su olor de bebe me llena. Soy feliz.
A las 7:30 lo siento moverse de nuevo, se quedó dormido en mi brazo y me siento un poco entumida pero me mira con sus ojos amorosos y sonrío. Luego empieza a llorar, pidiendo más leche. Con un poco de trabajo lo cambio de lado de la cama porque ya está pesando casi 12 kilos y lo dejo tomar más leche mientras yo cierro los ojos intentando dormir un poquito más, la cama se siente tan cómoda. Quiero que se duerma otro rato pero sé que tengo contados los minutos antes de que salga corriendo.
No he terminado de pensar en esto cuando ya lo siento despegarse y escabullirse de la cama. La cama que está en su habitación en realidad es un colchón matrimonial en el suelo. Fácilmente se baja y abre la puerta. Tengo que levantarme corriendo y le grito -Benjamín! Tengo pánico de las escaleras, y me pregunto si la puertita está cerrada. No está cerrada pero Benjamín pasa como un bolido por el pasillo sin ver las escaleras. Llega a mi habitación y abre la puerta con fuerza. Se azota la puerta y lo veo correr hacia mi esposo que intenta seguir durmiendo. -Papa papa – dice en alemán y lo jala del brazo hasta que logra su cometido. -Benjamín ven, deja dormir a Papá. -Me mira desafiante y dice firmemente – NO!
Mi esposo abre los ojos y lo saluda. Benjamín entonces camina decidido hacia mí y me empuja hasta que me saca de la habitación. Suspiro y le cierro la puerta. -Voy por tus cosas para quitarte el pañal -le digo a través de la puerta. Es más un mensaje para mi esposo que para Benjamín. En la oficina sigue toda la ropa de Benjamín, hace casi 3 meses que cambiamos su habitación pero el closet no he querido cambiarlo, es más facil me digo, tener las cosas más cerca, en realidad creo que solo no tengo energía para trastear. Escogo su ropa y me pregunto sobre el clima, haciendo calculos de cuantas capas de ropa será mejor ponerle. Escogo un pañal de tela con ajolotes en el estampado y un calentador que está por quedarle pequeño. Sé que pronto tendré que sacar las cosas de la talla 2 pero evito pensar mucho en eso porque me invade la tristeza cada vez que tengo que sacar ropa que le queda pequeña.
Entro a la habitación y lo encuentro subido en la cama jugando con sus autos, Rayo y Mate, los personajes de la película Cars, mi esposo está cambiandoles las ruedas. No sé en realidad quien disfruta más los legos, si mi esposo o mi hijo. -Benji, ven tengo que cambiarte. -Le digo intentando llamar su atención. Primero no me hace caso y luego se lanza hacia las almohadas para esconderse. Entre jalones y estirones por fin logramos entre mi esposo y yo acostarlo para quitarle el saco de dormir y la pijama. El cambio de pañal hoy por suerte no es una pelea. Estamos en esa etapa. Terminamos de cambiarlo y muy feliz dice -Fertig! – Listo en alemán. Me pregunto porque está hablando más alemán que español, por un lado me siento orgullosa, por otro lado siento que mi esposo está haciendo un mejor trabajo que yo…
Se baja de la cama y se lanza a abrazar a Ramona, nuestra perrita de 12 años que lo aguanta como una santa. Pero hoy no es el día y Ramona se quita enseguida siente el peso del cuerpo de mi bebé encima suyo. Hans nuestro Spitz alemán de 5 años hace rato que salió corriendo. Mientras intenta acariciar o más bien agarrar a Ramona me cambio de ropa, leggings y calentador encima. He perdido 18 kilos desde que nació Benjamín y ahora me muero del frio todo el tiempo. Estoy pesando 62 kilos, 5 kilos menos que antes de embarazarme. He perdido mucho músculo.
Logramos finalmente vestirnos y bajar a desayunar, Benjamín ahora ya puede bajar las escaleras con mi ayuda. Les abrimos la puerta a los perritos y los dejamos afuera en buena parte para que Benjamín no los persiga. Hoy no lograré hacer Yoga, me siento cansada, a pesar de haber dormido casi 6 horas de corrido. Tengo una infección en el utero y no es mi mejor día.
Preparamos el desayuno, en el mesón de mármol blanco de la cocina de mis sueños tenemos arrimada una torre de aprendizaje. Benjamín corre de la cocina a la sala dando grititos y se rehusa a subirse en la torre. -Benjamin, a lavarse las manos, no quieres desayunar? -Benjamín me mira y sale corriendo a la sala, hunde su cabeza en el sillón de la cocina muerto de la risa.
Me doy por vencida después de la tercera vez y mejor aprovecho para hacerme mi café. Finalmente cuando ve el jamón pide que lo subamos para desayunar. Le lavamos las manos y lo subimos en su torre, donde feliz empieza a meterse los pedazos de jamón a la boca. Nos señala el lugar vacío en el plato donde normalmente hay alguna fruta picada, sobre todo fresas. Su papá le pregunta si quiere fresas y señala el refri. El café está casi listo y me siento a desayunar mientras Benjamín sigue desayunado sus fresas parado mirando su papá, que siempre tarda una eternidad en preparar su desayuno sigue haciendo sus sandwiches.
Finalmente nos sentamos los 3 en la mesa, Benjamín pica de mi huevo con salsa verde y se roba mi magdalena. Eventualmente pide más leche, de mi leche, pero le ofrezo mejor leche de vaca, no es su primera opción pero se la toma.
Termina de comer y me empuja el plato en señal de que ya está lleno. Luego grita -Fertig! y sale corriendo a la sala. Pretende que juguemos con él pero le decimos que estamos todavía desayunando y que puede jugar con sus juguetes. En algún momento me decidí a decir esto y al principio fue dificil, pero eventualmente se acostumbró. Aún así todos los dias intenta. Luego de un momento se para frente a nosotros y nos dice -Ceci -Lo dice más como chechi pero entendemos lo que quiere decir. -Hoy no viene Ceci, hoy es fin de semana y tienes a los papis solo para ti yei! -Intento que decirle que no viene su nanny sea algo positivo. Parece que funciona porque repite emocionado -Yei!
Para terminar de desayunar tengo que sentarme en la sala y jugar con sus carros mientras bebo mi café, que en este punto está más que frío. Pienso en calentarlo, pero sé que no tiene sentido. Ya casi es hora de cambiar de nuevo el pañal. Son las 9:30. Este cambio de pañal también requiere de dos personas.
Logro convencerlo de que nos lavemos los dientes después de jugar con sus rompecabezas. El juego de rompecabezas se alarga porque una vez que terminamos uno lo desarma y quiere volver a empezar. Tengo que cargarlo al baño, hay gritos y llanto. Lo siento en el escalón de la tina y le doy el cepillo. Claramente hoy no se va a lavar los dientes solo. Tengo que sentarme con el en suelo y entre gritos y manotazos logro medio lavarle los dientes. Le peino el pelo que tiene ya enredado. Sus risos están hoy un poco más rebeldes y pienso si es tan buena idea dejarle crecer el pelo mucho. Sentado y llorando logro peinarlo. Le abro la puerta del baño y le digo -Listo, eres libre! Sale corriendo pero no lo sigo, sé que la puerta de las escaleras quedó cerrada. Me empiezo a lavar los dientes y lo veo regresar. Toma el cepillo de dientes que quedó abandonado sobre el borde de la tina y se lo mete a la boca. Luego señala la pasta de dientes. Suspiro. Le pongo pasta a su cepillo y le sonrio. Le muestro como yo me lavo los dientes y me imita feliz. Finalmente sale mi esposo del baño y me empiezo a pintar el pelo de rosa mientras Benjamín se esconde detrás del carrito de las toallas. Mi esposo me releva y con el cabello lleno de tinte aprovecho los 20 min de espera para sacar la ropa grande de Benjamín del closet. Tengo que ver si algo ya no le queda y si necesito lavar ropa nueva. Encuentro camisetas talla 2 que están por no quedarle y me alegro de que por lo menos se las podré poner un par de meses. Regreso al baño para enjuagarme la cabeza y me encuentro con Benjamín en el suelo del baño que sacó múltiples botes de los anaqueles del baño mientras mi esposo se afeita.
Mientras me baño Benjamín está en los hombros de su papá, aprovechamos el momento para organizar un poco el día. Que vamos a comer, si saldremos en la tarde, que vamos a hacer el domingo.
Salgo de la ducha y logro vestirme, peinarme y maquillarme mientras Benjamín juega en la sala con su papá. Es raro tener tanto tiempo para mi. La comida ya está lista y no hay pañales que lavar, tampoco hay que lavar ropa o recoger nada. Hablo con mi mamá por telefono y finalmente bajo a ver si mi esposo no está con cara de porque me dejaste tanto tiempo. Sorprendentemente están jugando en paz y tienen cara de contentos los dos.
Ya son las 11:30 es hora de la siesta de Benjamín. Se frota sus ojitos y me señala mi pecho. Es señal de que quiere dormir. Un nuevo cambio de pañal. La resistencia es mínima, ponerle el pijama y me acuesto con el en la cama. Me alegro de que la comida esté lista porque ahora puedo cerrar los ojos y también descansar.