No será la primera vez, y no será la última que tengo que asistir a una reunión de trabajo dominada por el sexo masculino. La secretaria una joven de sonrisa amplia abre la puerta y en la sala encuentro a muchos hombres de 40 para arriba. Mi aspecto es el de siempre cuando voy a una reunión de negro casi completo excepto por el blazer rosa mexicano (como mi pelo).
Es difícil no sentirse intimidada, es difícil no sentirse extraña, fuera de lugar, y es más difícil aún aparentar completa calma y control, pero algo que he aprendido es que no pueden ver un milímetro de debilidad. Has entrado a la jungla.
Así que pongo mi mejor cara, me siento bien, la reunión procede. Gracias a Dios voy con otras dos mujeres mayores y más experimentadas pero seguimos siendo la minoría. Solo una de nosotras parece estar al mismo nivel que los hombres en la habitación. La respetan y siento que hay esperanza.
A mi a duras penas si me miran o me hablan, podría ser una secretaria, aunque no lo soy.
Al finalizar la reunión nos despedimos, la reunión se acaba y puedo relajarme.
Antes de irme alguien me dice que le gusta mucho mi color de cabello, es la primera cosa que me dicen de forma directa y tiene que ver con mi aspecto, probablemente sin el cabello rosa no me hubieran ni dirigido la palabra.
Sé que esta no es una situación aislada, cada vez que salgo al mundo a presentar mis proyectos, a pedir apoyo, a vender una idea me encuentro en una sala llena de hombres. Veo en sus ojos una cierta incredulidad. Todas las entrevistas de trabajo que he tenido han sido con hombres. Hombres y más hombres que deciden, deciden si darme una oportunidad, deciden si seré capaz.
Esta situación nunca me ha detenido de ir a buscar las oportunidades, porque este es el mundo en el que vivimos, pero sueño que un día pueda entrar a una sala y vea hombres y mujeres por igual, de diferentes edades, cada quien tranquilo con su lugar en el mundo.
Pero por ahora me enfrento a una sala llena de hombres en trajes oscuros, es intimidante, pero jamás me detendrá.