Hace unos meses me tomé un descanso de las redes sociales, en especial de Facebook. Había llegado a ese punto en que me sentía ofuscada, sin inspiración y mi capacidad de concentración era muy baja. Obviamente mi situación no se debía completamente a mi adicción a revisar Twitter o Facebook, o a tomar algún selfie para mi cuenta de Instagram, pero si quería tiempo para reconectar conmigo misma debía de desconectarme.
Después de algunas semanas de distanciarme de las redes empecé a ver ciertas cosas que parecen ser tan obvias pero sin la perspectiva correcta no lo son.
Como por ejemplo el hecho de que uno puede fácilmente caer en el hábito de comparar nuestra situación con la de nuestros contactos. Si bien es cierto que sabemos que las cosas usualmente no son como nos las pintan eso no evita que sintamos que no avanzamos tan rápido, no tenemos lo que otros tienen o somos menos capaces. Nunca antes había sido más fácil compararnos con el resto de la gente, y lo hacemos porque aparentemente todos tenemos las mismas oportunidades. ¿o no?
Ciertamente parece que el campo de juego se ha nivelado muchísimo, no necesitas un estudio de hollywood para producir una película y que llegue a la gente, puedes saltar al estrellato con videos de youtube o conseguir atención de los medios por tu cuenta de Instagram. Pero eso no significa que seamos iguales, o que nuestras condiciones sean más parejas. Todos vamos por el mundo descubriendo nuestras aptitudes y pasiones, pero no todos tenemos las mismas herramientas a la mano a pesar de que eso parezca. Alguien que creció con padres artistas es probable que tenga más facilidad para la música que alguien que nunca ha visto un instrumento musical. Si vives en una ciudad donde hay muchos eventos culturales es más probable que te encuentres con la gente adecuada, que si vives en un pueblito donde si dices que estudiaste medios audiovisuales te miren con cara de bicho raro.
Entonces desconectarse me dio la posibilidad de no comparar, de no preguntarme por qué no he hecho ya un largometraje, o por qué no tengo suficiente dinero para viajar por todo el mundo. La ansiedad de ser “buena” en lo que hago disminuyo, deje de sobre pensar mi existencia y cada cosa que hago.
Otra de las cosas que note fue que tenía mucho tiempo para hacer cosas que me gustan, en lugar de quedarme pegada a la pantalla, terminé de leer mis libros de Juego de Tronos, dormí más, toqué la guitarra, y tantas otras cosas que a veces se nos olvidan hacer por estar en el teléfono revisando el último meme de 9gag.
Y tal vez algo muy importante fue darme cuenta de que en realidad si era adicta a las redes sociales, que compulsivamente dejaba de hacer alguna cosa para abrir solo 5 min. Twitter, para darme cuenta que los 5 min fueron más como 20 y que me perdí completamente de lo que estaba haciendo.
Ahora he regresado a las redes y aunque caigo todavía en malos hábitos de vez en cuando, ahora soy mucho más consciente de lo que hago.
Parte de mi trabajo consiste en compartir contenido en este maravilloso mundo del internet, pero eso no significa que no pueda tener el control. Limito mi tiempo en redes, y cuando estoy trabajando no solo cierro los navegadores sino también pongo en silencio mi teléfono y por 25 minutos a la vez me concentro en una sola tarea.
De técnicas de productividad se viene un post en las próximas semanas.
Solo piensen cuanta vida real están perdiendo por estar en redes sociales.
Como dicen los Café Tacvba, los besitos y abrazitos por mensajitos, valen madres, hay que abrazare de adeveras!