Hace ya un mes mi abuelita de 96 años se fue a volar con los ángeles, a flotar ligera entre las flores y las nubes. Mientras la velábamos junto a familiares y amigos me encontré mirando su fotografía. Su rostro joven, nos recordaba de la mujer que había sido, pero esa memoria tan preciosa podría perderse en poco tiempo dado el estado de la fotografía. Así que como forma de despedirme, decidí restaurar su memoria, darle nueva vida. Nunca fuimos demasiado apegadas, pero se que a pesar de no ser expresiva ella me quería.
Cuando me di cuenta que detrás de la foto había algo escrito mi corazón se lleno de emoción. Mi abuelo murió cuando yo era todavía una niña, y creo que para mí fue muy difícil saber que ya no podía subir a casa de mi abuelito a jugar. Ver un pedazo de su historia me hizo sentir cerca de los dos. Eran otros tiempos, la gente se mandaba cartas de amor, una fotografía del sera amado que estaba lejos podía significar todo lo que uno tenía para recordarlo. Saber que esta fue la fotografía que le mandó mi abuela a su esposo y leer esas palabras me reveló un poco de como fue su relación. Nunca me imagine a mi abuela como una romántica mandando cartas de amor, pero es claro que no llegué realmente a conocerla.
Me tomó muchas horas frente a la computadora, restaurar esta fotos suya, cuando empecé a añadir color, me acordé de los ojos azules, casi celestes de mi abuela. Aún en su cama de hospital donde la vi por última vez, sus ojos seguían reluciendo. No se de que color podría haber sido su blusa, pensé en verde, el color que recuerdo usaba mucho, pero decidí que probablemente había sido azul, con florecillas blancas.
Despedirse de un ser querido nunca es fácil, a pesar de que no compartieramos tanto tiempo en vida, ver como su cuerpo descendía en la tierra se me hacía extraño, nunca había ido a un entierro antes. Perdí a un querido amigo hace tiempo, recuerdo haberme negado a ir al velorio, mucho menos al entierro, el era muy joven y la sensación de enterrarlo se me hacía imposible. Esta vez fue diferente, no iba por mí, iba para acompañar a mi padre, para estar a su lado aunque nada pudiera hacer. Todo tiene remedio, menos la muerte.
Adiós abuelita, sé que ya estas con los tuyos. Me dijiste antes de morir que eras la última de tu familia que quedaba, ahora ya estas con tu madre que murió cuando eras tan joven, con tu esposo al que indudablemente amaste, con todos los que se nos adelantan.