Hay momentos en la vida, en los que todo tiene sentido, momentos de absoluta claridad. Esto fue lo que me sucedió hace un par de meses, cuando de pronto, se hizo muy claro, que mi situación laboral como freelance no era la mejor opción.
Es difícil, casi imposible, continuar viviendo y aferrarse a lo que ya no es. Los cambios son como la marea; a veces está baja y puedes ver el panorama, pero de pronto sabes que una gran ola te hundirá.
Así me sentí durante estas semanas, debajo de una gran ola, luchando por salir a tomar oxígeno.
Navegar las olas de la vida puede parecer una tarea exhaustiva, hasta que dejamos de resistirnos. La verdad es que podemos controlar muy pocas cosas en nuestra vida, para alguien que le gusta planear, organizar y controlar esto es una verdad difícil de tragar.
Lo maravilloso de esto es que no sabes en que playa desierta, maravillosa, te va a dejar la próxima ola. Si no resisto, si acepto, si confío en el universo, en Dios, si lo dejo al volante, entonces de pronto ya no me ahogo, estoy flotando. Estoy disfrutando el momento.
¿No se trata de eso la vida?
Así que estoy disfrutando de esta oportunidad que se me presentó de salir a tomar aire, a ver algo diferente, de desviar mi camino, y aunque parece heterodoxo, sé que un día veré atrás y sabré que tomar un trabajo en un área completamente diferente a la mía, fue la mejor decisión.
Como artista, creadora, el propósito es ese exactamente, crear, tener la oportunidad de seguir haciendo lo que me hace sentir viva. Mientras me gano la vida haciendo relaciones públicas y servicio al cliente, mi mente se despeja para crear, para soñar. Una vez que el dinero no es un problema, solo queda encontrar las fuerzas y el tiempo para hacer que las cosas sucedan.