Esta semana que pasó fue una semana que recordaré durante muchos años, fue una semana en la que vi por primera vez en mucho tiempo que no estoy tan equivocada, tan perdida.
La semana pasada fue el estreno de nuestro cortometraje “El Regreso de Lena” en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura. Aproximadamente 2000 personas vieron este cortito. 9 min que resumen el trabajo de un año y medio de trabajo. El nombre del corto y de los responsables estaba impreso en el programa. Hay algo poderoso en ver tu nombre impreso, no fue sino hasta ese momento en el que “robe” un programa que me di cuenta que era real. No quité el dedo del renglón y ahora veía que a veces las cosas (a veces) sí salen como uno quiere.
Parada y con el corazón en la mano vi el corto con el resto de la gente que no hizo ni un sonido mientras la proyección duraba. Una audiencia bastante ruidosa apenas un minuto antes. Ese silencio es oro. Ver el trabajo de meses en una pantalla gigante, es más de lo que podía esperar.
Cuando me embarque en este sueño de hacer el “Regreso de Lena” no podía imaginar, no podía ni siquiera pensar que un día estaría presentando algo tan privado a tanta gente, menos que a nadie le fuera a interesar esas letras que eran todo lo que tenía cuando empezamos.
Por si esto fuera poco esa misma semana concreté algo inimaginable, de nuevo. El universo me está diciendo que me aligere, pare de sufrir, y disfrute un poco. Me quedo todavía en privado con este logro para saborearlo un poco más antes de revelarlo, pero es un paso importante para el nuevo proyecto de mujeres creativas.
Esta semana me devolvió la fé en lo que hago. A veces se siente que estoy arando en el mar, pero parece que aunque invisible a mis ojos, algo ha sucedido, el universo me ha contestado. Y voy de vuelta al ruedo a continuar creando porque tengo la suerte de poder hacerlo.